Las Asambleas de Dios basa su entendimiento de la naturaleza del ser humano en la Biblia, que revela que Dios creó el Universo, el mundo, y todas las cosas vivientes (Génesis 1:1,11,21,25). Los seres humanos son la forma más alta de la actividad creativa de Dios, y Él es intencional tanto en su creación como en su destino. “Hagamos al hombre a nuestra imagen,… Y creó Dios al hombre a su imagen,… varón y hembra los creó” (Génesis 1:26,27). “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7).1

Al hacer a los seres humanos a su imagen, Dios los puso sobre todo los otros seres vivientes en la tierra. La “imagen de Dios”, que requiere ambos sexos para una expresión completa, significa que el hombre y la mujer son seres personales y espirituales, tanto racionales como relacionales, destinados a tener confraternidad eterna con su Creador personal. Aunque corrompida cuando los primeros humanos cayeron en el pecado (Génesis 3; Romanos 5:12), la imagen de Dios todavía es intrínseca en la naturaleza humana (Génesis 9:6), asegurando que hombres y mujeres son capaz de responder moralmente a su Creador. La creación a la imagen divina no sólo es una expresión del valor incalculable que Dios pone sobre la vida humana, sino también significa que Dios tiene poder soberano sobre la vida. Él es el dador y sustentador de la vida; solo Él tiene el poder para determinar su principio y su fin.2

La nobleza de los seres humanos se ve en el divino mandato: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). Superiores a cualquier otra forma de vida, los humanos deben asumir una posición de custodios responsables de la tierra.

Toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte, entonces debería ser valorada, respetada, nutrida, y protegida. Toda vida humana se ha de vivir en obediencia a Dios y su Palabra. La Biblia describe un orden moral bajo el cual cada persona es responsable. Al fin de la vida, cada persona comparecerá ante Dios para dar cuentas de sus acciones. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

Por esta razón, los seres humanos son responsables de traer la luz de la Palabra de Dios a las decisiones respecto de la defensa de la vida.

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